Mientras el cine de terror latinoamericano gana reconocimiento mundial, una generación de escritoras está redefiniendo el terror literario con obras que mezclan lo sobrenatural con agudas críticas sociales. Estas autoras, provenientes de países como Argentina, Ecuador y Venezuela, muestran el terror que se esconde en los traumas colectivos de nuestra región.
Con estilos que van del gótico sureño al terror psicológico más descarnado, estas cinco autoras están escribiendo algunas de las páginas más memorables del género.
1. Mariana Enríquez (Argentina)
Obras cumbres: Los peligros de fumar en la cama (2017) / Nuestra parte de noche (2019)
La periodista y escritora argentina se ha convertido en la voz más reconocible del nuevo horror latinoamericano. Sus relatos, ambientados en una Buenos Aires sórdida y vibrante, exploran las fisuras de una sociedad que arrastra los traumas de la dictadura y la desigualdad económica.
Si el terror contemporáneo busca reflejar las grietas de la sociedad, Los peligros de fumar en la cama (2017) lo hace con bisturí. Este libro de 12 relatos—galardonado y traducido a múltiples idiomas— expone las pesadillas que surgen en los márgenes de Buenos Aires, e incluso de Barcelona, la metrópoli española: adolescentes obsesionadas con lo oculto, barrios pobres habitados por fantasmas políticos y mujeres cuya rebeldía se convierte en maldición.
Por otro lado, su novela Nuestra parte de noche (2019) es una obra monumental de 700 páginas que sigue a Juan (quien está llamado a ser un médium) y a su hijo Gaspar a lo largo de las décadas más oscuras de Argentina, combinando elementos de terror cósmico con una reflexión sobre la herencia del mal.
Enríquez ha declarado que su principal influencia no es King o Lovecraft, sino la tradición del realismo latinoamericano.
2. Samanta Schweblin (Argentina)
Obra imprescindible: Distancia de rescate (2014)
La autora argentina Samanta Schweblin escribe con la precisión de un cirujano, diseccionando los miedos más íntimos de la clase media. Su novela más famosa, Distancia de rescate, originalmente publicada como Fever Dream en inglés, demostró cómo el veneno puede filtrarse no sólo en la tierra, sino también en las relaciones humanas.
La autora confesó que la idea surgió durante su embarazo, cuando los miedos maternales se mezclaron con noticias sobre pesticidas en zonas rurales. Su estilo «minimalista gótico» ha sido comparado con Shirley Jackson y Daphne du Maurier.
Por cierto: En 2021, Distancia de rescate (Fever Dream) saltó a la pantalla bajo la dirección de Claudia Llosa en una adaptación producida por Netflix.
3. Mónica Ojeda (Ecuador):
Obra de referencia: Mandíbula (2018)
La escritora ecuatoriana explora la violencia latente en la feminidad adolescente a través de una prosa que es tanto poética como brutal.
Mandíbula, su obra más aclamada y una de las diez finalistas del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, teje una narrativa dual que nos sumerge en dos realidades perturbadoras. Por un lado, seguimos a Fernanda, una adolescente secuestrada en una cabaña selvática.
Por otro, a Miss Clara, una profesora traumatizada que llega a un nuevo colegio huyendo de su pasado, sólo para encontrarse con un grupo de alumnas que practican extraños rituales inspirados en una mitología personal.
4. Silvina Ocampo (Argentina):
Obra esencial: La furia (1959)
Aunque pertenece a una generación anterior, Ocampo es la piedra angular sobre la que se construye el terror femenino latinoamericano. Sus cuentos influyeron tanto en Jorge Luis Borges como en las próximas generaciones de autoras argentinas.
Tanto Mariana Enríquez como Camila Fabbri, entre otras, reconocen en Ocampo a su principal influencia.
5. Michelle Roche Rodríguez (Venezuela):
Obra destacada: Malasangre (2020)
La periodista y escritora venezolana reinventa la figura del vampiro para hablar de dictadura, exilio y feminismo. Ambientada en los años 20, la novela sigue a una mujer inmortal que navega entre la alta sociedad caraqueña y los horrores de la opresión política.
La autora investigó por años la Venezuela del dictador Juan Vicente Gómez para crear una atmósfera verosímil, en el que el vampirismo en la novela funciona como metáfora del poder corrosivo.
¿Pero qué tienen en común estas autoras? Pues a todas las une la convicción de que el verdadero terror no viene únicamente de lo sobrenatural, sino de las heridas que llevamos dentro como sociedad.
Lo explicó mejor Enríquez en una entrevista que concedió a El Sol de México: “Yo creo que hago un terror con elementos políticos y sociales, es un terror que no está en ruinas europeas, sino en barrios pobres latinoamericanos; y trato que sea algo incorporado a la vida cotidiana, es decir, que no sea panfletario”.
Si te interesa profundizar en este fenómeno de autoras latinoamericanas escribiendo terror, puedes leer este trabajo del nuevo gótico latinoamericano de Bold Latina (en inglés).
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